No pasarían más de veinte meses antes de que el primer asentamiento español duradero en territorio venezolano, Santa Ana de Coro -fundado por Juan de Ampíes en 1527-, fuera reclamado intempestivamente por unos extranjeros, con la autorización de la Corona española. Venezuela había sido entregada para su exploración y explotación a un consorcio germánico.
El conquistador Juan de Ampíes venía ejerciendo desde 1511 el cargo de Factor Real en la isla de La Española. Conocido por sus buenos oficios en las maniobras expedicionarias y por su trato amistoso con los indios caquetíos -liderizados por el cacique Manaure-, Juan de Ampíes, su hijo y cuatro españoles más, construirían un pequeño asentamiento en el actual lugar de la ciudad de Coro el 27 de julio 1527.
En efecto, el aragonés basaría su esfuerzo fundacional en la Real Cédula de 1520, donde se estipulaba la población de territorios circundados o no por el Mar Caribe. Pero la premonición de que algo andaba mal la viviría una mañana de 1529, al ver que se acercaba una escuadra a la costa coriana. Eran por lo menos 300 hombres y numerosas cabalgaduras, que avanzaban al son de trompetas y tambores.
Izando banderas, el líder de los recién venidos presentó sus credenciales al fundador Ampíes con un donaire y un acento muy particular. Seguidamente el conquistador fue puesto en prisión y vio cómo su incipiente ciudad se convertía en sede de la nueva Gobernación de la Provincia de Venezuela, por mandato supremo del rey Carlos I de España y Carlos V, Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico.
La disposición convertía a Coro en el enclave principal para las expediciones conquistadoras-colonizadoras tierras adentro de aquella Venezuela, que entonces para el europeo oscilaba en el misterio y la fiebre del oro que lo atormentaba como una llama insidiosa. Quedando destituido totalmente de su autoridad, Juan de Ampíes vio cómo un tal Ambrosio Alfínger, factor de la Casa comercial alemana de los Welser, se proclamaba nuevo Gobernador de todo el territorio firme.
Los Welser o los “Belzares”entran en el Nuevo Mundo.
Poderosamente atraída estaría la casa banquera de los Welser por las crónicas doradas que del Nuevo Mundo venían llegando a Europa a principios del siglo XVI. Augsburgo es la ciudad sede de su emporio, el cual, por sus fuertes nexos con el monarca hispano-germano, Carlos, va a entrar de la mano de la Corona española en el negocio de la minería y de la conquista, en aquellas tierras ultramarinas donde no se ponía el sol del imperio. Desde 1473, al cabo de medio siglo el poderío económico de los Welser se extendería por toda Europa y América: de Nuremberg a Venecia, de Berna a Lyon, de Sevilla a Santo Domingo, de la Nueva España (México) al Río de la Plata (Argentina)… Serán Jerónimo Sailer y Enrique Ehinger los primeros en negociar con el Emperador Carlos V su entrada en Venezuela: “Así mismo me hiciste relación -dice el rey en el documento de la capitulación del 27 de marzo de 1528, fruto de sus conversaciones- que junto a la dicha tierra de Santa Marta y en la misma costa está otra tierra que es el Cabo de la Vela y el Golfo de Venezuela y el Golfo de San Román y otras tierras hasta el Cabo de Maracapana (…) que vosotros os ofrecéis a pacificar y poblar (…) todo a vuestra costa y munición”. Tres años después -el 15 de febrero de 1531-, en traspaso oficial, entrarían por la puerta grande los socios de Sailer y Ehinger: Bartolomé Welser y Antonio Welser, magnates más visibles de la compañía banquera. En este jugoso negocio se les daba nada menos que el poder de explotar, poblar y gobernar aquella provincia llamada Venezuela.
Tormentosa sería la discordia con los pobladores españoles que desataría desde 1529 la presencia de los gobernadores alemanes en tierra americana, y no sólo en la provincia venezolana sino en las esferas de la Real Audiencia de Santo Domingo, radicada en la isla La Española, que era la máxima institución política, jurídica y administrativa de la soberanía española en el nuevo continente. Bajo estos gobernadores que eran mirados como extranjeros y usurpadores, luteranos y herejes, la sublevación, el desacato y la aversión estarían latentes hasta mediados del siglo XVI. Así, pues, la Venezuela de los Welser se iniciaba en la arbitrariedad de un monarca de nacionalidad híbrida, en la polémica y la contestación de los colonos españoles, y, como lo veremos, en el infortunio causado por la ciega avaricia teutona.
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El cronista de Indias, Fray Pedro de Aguado, resume en su Historia de la conquista de Venezuela, los estrechos vínculos financieros que unían a la Corona española y a los banqueros alemanes: “El Emperador se hallaba a esta sazón con necesidad de ser socorrido y favorecido de dineros, en el cual tiempo era famosa la compañía que decían de los Belzares por las grandes contrataciones de mercaderías que en muchas partes del mundo tenían; los cuales oyendo la fama de prosperidad y riquezas de esta provincia de Coro o Venezuela que Juan de Ampíes había descubierto, y sintiendo la necesidad en que el Emperador estaba, ofreciéndose a servirle con cierta cantidad de dineros porque les diese la conquista y pacificación de esta Provincia y les hiciese señores del primer pueblo que poblasen en doce leguas de término a la redonda (…). El Emperador les concedió por remediar alguna cosa su necesidad y falta de dineros, la Gobernación con las condiciones que pidieron los Belzares.”
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Ambrosio Alfínger: el primer gobernante alemán.
Con Ambrosio Alfínger (1500-1533) se abre el círculo trágico de los gobernantes alemanes de Venezuela. Tildado por los cronistas de entonces como “el cruel de los crueles”, y conocido como Alfínger, llega a Coro en el año de 1529. Llevándose consigo a 180 hombres, Alfínger partiría a principios de agosto del mismo año hacia el occidente venezolano, rumbo al sur del Golfo.
El 8 de septiembre de 1529 llega a la laguna de Nuestra Señora y Xuruara, realizando lo que se conoce como la primera fundación de Maracaibo. Se internaría también en las regiones de Pamplona y Cúcuta, obteniendo un botín de más de 30.000 pesos de oro. Después de sanarse en la isla de La Española de una severa enfermedad y tras retomar sus expediciones, Alfínger moriría víctima de su propia pericia, curiosidad y avidez, flechado en la garganta por los indios Chitareros, en territorio neogranadino, el 31 de mayo de 1533.
Los ánimos se exaltarían en Coro al saber, seis meses después, la noticia del fallecimiento del autoritario alemán. Su sustituto, Bartolomé Sailer, Teniente y Capitán General de la Provincia nombrado por Alfínger en 1531, será destituido de su cargo por los miembros del Cabildo y por presión de los pobladores. Frente a esta revuelta cívica, el Consejo de Indias y la Real Audiencia de Santo Domingo legislarían en consecuencia, estableciendo el orden y evitando los maltratos y abusos de poder que los gobernantes alemanes infligían tanto a los indios como a los españoles.
Nicolás de Federmann o el barbarroja más célebre.
Considerado como el más famoso de los conquistadores alemanes, Nicolás de Federmann (1505-1542) resalta por su irrefutable afán por el oro y su ferocidad exploradora. Sin escrúpulos de ningún tipo, y a pesar de las incontables dificultades del terreno, Federmann recorrería -entre los años 1530 y 1539- la región de Barquisimeto y las de Portuguesa, Yaracuy, Falcón, Barinas, Apure, pasando por el río Meta, hasta llegar a la actual Bogotá. Incontrolable, díscolo, caudillesco, rebelde y de sangre fría: eran rasgos visibles de su temperamento.
Nombrado Gobernador de la Provincia de Venezuela en ausencia de Alfínger en 1530, Federmann sometería, saquearía, y asesinaría a cientos de indígenas -si no le ofrecían el oro y la subyugación correspondiente- que en su camino encontrara. En su crónica titulada Historia Indiana, traducida por vez primera al castellano por Pedro Manuel Arcaya en 1916, relataría los sucesos de su primer viaje por Venezuela. Allí destacan descripciones etnográficas y topográficas de las poblaciones de los indios Caquetíos, Xideharas, Ayamanes, Cayones, Xaguas, Cuybas, Gauycaries, Ciparicotes y Aticares. Encontrar víveres, pillar el oro y hacer esclavos: era su técnica sólida de avance.
Luego de entrar en disputa con el conquistador español Gonzalo Jiménez de Quesada por territorios de la actual Colombia, el más celebre de los alemanes sería puesto tras las rejas por el Consejo de Indias. Fue el único en lograr salir vivo de la Provincia de Venezuela, muriendo en la ciudad de Valladolid, (España) en 1542.
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“Tomamos como guías algunos indios que habíamos capturado y llevábamos en cadenas, los cuales nos condujeron a un arcabuco, hasta que perdimos el camino. Sin embargo los seguimos, pues, según sus avisos, llegaríamos al territorio de los cyparicotes por otro camino. Durante todo este día no encontramos el otro camino del que nos hablaban los guías, y llegó la noche. Acampamos cerca de un riachuelo, comiendo algo de los mandamentos o comida que habíamos traído y que pronto se nos acabaron, pues pensábamos alcanzar aquel mismo día algunos pueblos o aldeas. Hice dar tormento a los indios, quienes, sin embargo, persistían unánimemente en lo dicho.
Tampoco al otro día encontramos camino alguno, y tuvimos que andar por el bosque, siguiendo el curso del sol hacia el oriente y perdiendo toda esperanza, pues nos veíamos engañados por los indios (...). Así viajamos todo aquel día sin comer y aun sin agua, salvo la que traíamos del lugar donde habíamos acampado por la mañana. Hice descuartizar a dos de ellos para atemorizar a los demás; pero de nada sirvió, pues preferían ser muertos antes que quedar nuestros prisioneros. Sólo nos habían conducido por este camino para perdernos y para que muriésemos de hambre, de lo que estuvimos muy cerca, y así vengarse de nosotros.”
Nicolas de Federmann , Historia Indiana
Traducido del alemán por Juan Friede. Friede. Madrid, ARO , Artes Gráficas, 1958.
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Jorge Hohermuth o Jorge de Spira: el demente de los Welser.
Llegando a Coro con el título de Gobernador -en sustitución de Federmann- en febrero de 1535, Jorge Hohermuth vino a restablecer el poder alemán en la Provincia de Venezuela luego de que el obispo Rodrigo de Bastidas -nombrado como autoridad interina por la Real Audiencia de Santo Domingo- enfermara meses antes de la llegada del alemán. Conocido como Jorge de Spira, respondiendo a su procedencia del pueblo alemán de Speyer, también sería bautizado por el cronista Antonio de Herrera como “el demente”, pues contraería una especie de locura en el afán brutal por el oro.
Incursionó en su búsqueda de El Dorado por los llanos venezolanos con más de 350 hombres de infantería, 80 cabalgaduras, y cientos de esclavos para el transporte de provisiones. Después de tres años de caminatas continuas -haría por lo menos dos viajes exploratorios-, picados por mosquitos, sufriendo calenturas, asechados por los indígenas, por el hambre, la miseria, y devorados por la selva, Spira y sus hombres no obtendrían más que la muerte de la mayoría de ellos y unos 1.600 pesos de oro.
Despiadado en su actuar y autoritario, Jorge de Spira llevaba su vida a límites sobrehumanos, y así mismo la de toda su tropa, a fin de cumplir con su afán, dejando en el camino la estela de la muerte. “Sostenidos siempre por la ambición y la esperanza, sin que ningún hallazgo serio les anime, ningún triunfo les halague, ninguna conquista les recompense”, dice el escritor colombiano Germán Arciniegas en Los alemanes en la conquista de América. Sólo la fiebre palúdica que contrajo en la selva frenó su avance ciego a través de la espesura en pos del mítico Dorado, a fines de 1540, en Coro.
Felipe de Hutten: el último exponente alemán.
Contrastando con los anteriores, la figura de Felipe de Hutten (1511-1546) es la más civilizada y ecuánime de los dirigentes germanos. Siendo en principio lugarteniente de Spira a los 23 años de edad, recorrería junto con él en 1535 los llanos venezolanos por más de tres años, siguiendo la ruta establecida por Federmann, sufriendo las más escalofriantes penurias y desolaciones del trópico. Hutten fue nombrado Capitán General en 1541 tras la muerte de Spira, y designó a Bartolomé Welser como su Teniente General.
Partiría rápidamente en la búsqueda de El Dorado a principios de enero de 1541, solamente con 250 hombres, muchas cabalgaduras, y en la compañía de Pedro de Limpias, uno de los guías españoles de mayor renombre. Pasaría tres años y medio errando por los llanos y los flancos de la cordillera andina, al igual que sus antecesores, batallando con las poblaciones de nativos que conseguía a su paso, persistiendo por los senderos del hambre y del infortunio.
Juan de Carvajal, quien había sido nombrado Gobernador y Capitán de la provincia por la Real Audiencia de Santo Domingo en 1545, y que había fijado como su sede de gobierno la población de El Tocuyo, aliado con Pedro de Limpias, armó la conjura de desarticular el poder alemán. En una fría noche de luna llena de 1546, ambos españoles sorprendieron a Hutten y a su teniente Bartolomé Welser en las serranías de El Tocuyo y, tras llevarlos prisioneros, les dieron muerte a machetazos en la plaza del pueblo.
Tal como lo narra el historiador colonial venezolano José de Oviedo y Baños: “…mandó a un negro que llevaba les amarrase las manos, y con un machete fuese cortando las cabezas de aquellos nobles varones; y como el instrumento tenía embotados los filos con la continuación de haber servido en otros ejercicios más groseros, con prolongado martirio acabaron la vida aquellos desdichados”. Decapitados ambos, terminaría definitivamente el círculo trágico de los gobernantes alemanes en la Provincia de Venezuela.
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Tras la pista de la Casa del Sol, se fueron perfilando las principales rutas de los expedicionarios alemanes (1528-1566). Pasando de la salinidad de Santo Domingo a la aridez de Coro, de la humedad de El Tocuyo a la fría Bogotá: rutas que fueron dejando la estela mortecina de la conquista.
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El ocaso de una ambición trágica (1528-1556).
Veintiocho años duraría el dominio de los Welser en Venezuela. De los nueve gobernantes y tenientes generales alemanes -Ambrosio Alfínger, Jorge Ehinger, Andreas Gundelfinger, Juan Seissenhofer, Jorge de Spira, Enrique Rembold, Bartolomé Welser y Felipe de Hutten- sólo Nicolás de Federmann lograría sobrevivir al atroz sueño de encontrar el país del oro.
El historiador Juan Friede, en su trabajo Los Welser en la conquista de Venezuela, refiere que de los veintiocho años del período alemán, los teutones gobernarían de manera directa solamente siete, debido a las constantes expediciones que realizaban en busca de El Dorado: “… no fue propiamente un gobierno alemán, sino una sucesión de gobernadores, jueces de residencia y tenientes, en su mayoría de nacionalidad española; y que durante el tiempo en que los Welser ejercieron jurisdicción sobre Venezuela, la gobernaron de una forma efectiva sólo unos pocos años, y esto no de manera continua”.
Constantes expediciones que no hicieron más que alejarse de lo estipulado en el contrato de 1528: no fundaron las dos ciudades ni construyeron las tres fortalezas, tal como se habían comprometido. Nunca intentaron ganarse el favor de la Real Audiencia de Santo Domingo ni cumplir con las cláusulas estipuladas. Los teutones conducirían sus asuntos hacia el monopolio y el aislamiento, olvidando por completo ejecutar un gobierno activo y vigilante, productivo y justo.
El final se consumó el 13 de abril de 1556, cuando la Corona española decidió dictar un decreto por el cual se declaraba a los Welser privados de sus derechos sobre la Provincia de Venezuela, la cual había de reingresar a su autoridad directa. Así se cerraría el círculo trágico de uno de los períodos más brutales de la conquista de nuestro territorio, a manos de unos hombres consumidos por las ilusorias llamas del legendario territorio dorado.
Arrastrados por su propia avidez y desenfreno, los alemanes habían perdido su gran oportunidad de colonizar la América.
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PARA SEGUIR LEYENDO:
- Fray Pedro de Aguado. En: Recopilación Historial de Venezuela. Caracas, Academia Nacional de la Historia, Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela, 1974.
- Jules Humbert. La ocupación alemana de Venezuela en el siglo XVI . Caracas, Academia Nacional de la Historia, Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela, 1983.
- Juan Friede. Los Welser en la conquista de Venezuela. Caracas, Edime, 1961.
- Kart H. Panhorst. Los alemanes en Venezuela durante elsiglo XVI : Carlos V y los Welser. Madrid, Editorial Voluntad, 1927.
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