Tierras y mares del pueblo que resistió a la invasión y el genocidio.
Al son de guaruras, maracas y flautas, el 20 de octubre de 1520, los indios llamados Caribes iniciaron una sublevación masiva que destruiría los asentamientos de los conquistadores en la costa oriental Venezolana, llamada por entonces Costa de Perlas.
Untados con onoto, carbón y otras tinturas vegetales, los guerreros Caribe arrasaron el monasterio de Santa Fe, ubicado en Chirivichi cerca de Maracapana, pasando luego al de Cumaná, instalado en las riberas del río Manzanares. Ambos fueron consumidos por la llamas y completamente devastados por la acción de estos hombres sigilosos como fieras.
Ciento seis guerreros de las familias Cumanagoto, Tagare, Chaima y los temibles Caribes del Guarapiche, reaccionaban con toda su furia ante los excesos cometidos por el invasor español.
Ya no rapiña, sino esclavitud.
Valiéndose de flechas, macanas, guaicas, y la acción del fuego, los guerreros Caribe se vengaban de la creciente imposición foránea de un sistema esclavista y una economía del despojo. Los conquistadores buscaban afanosamente oro y perlas, pero requerían en su búsqueda adueñarse de la vida y el trabajo de los originarios pobladores de la nueva tierra.
La Real Audiencia de Santo Domingo había decidido en 1519 que la obtención de la riqueza perlífera se hiciera no por “rescate” -que así llamaban la rapiña- sino por explotación directa. La mano de obra esclava, obligada al trabajo hasta la muerte, era la de los indígenas capturados.
Una vez destruidos los asentamientos de los españoles en Tierra Firme, los guerreros Caribe procedieron a envenenar el agua dulce de que se disponía para los habitantes españoles de Cubagua, uno de los florecientes centros de la explotación de perlas.
Los colonos españoles sobrevivientes de Cumaná llevaron las noticias del levantamiento a Nueva Cádiz de Cubagua, y enseguida se dispuso de tres barcos armados para el contraataque inmediato. Sin embargo, al distinguir desde los navíos a los guerreros Caribe dispuestos para el combate, decidieron regresar y dar cuenta a las autoridades de Santo Domingo.
“…son los de Santa Marta caribes, comen carne humana, fresca y acecinada, hincan las cabezas de los que matan y sacrifican, a las puertas, como recuerdo, y llevan los dientes al cuello (como los sacamuelas) por bravata, y ciertamente son bravos, belicosos y crueles; ponen por hierro en las flechas hueso de raya, que de por sí es enconado, y lo untan con zumo de manzanas ponzoñosas y con otra hierba, hecha de muchas cosas, que hiriendo mata.”
Francisco López de Gómara. Historia General de las Indias. 1554.
Las dos grandes familias antillanas.
Desde muy temprano, los conquistadores pudieron distinguir dos especies de indígenas entre los habitantes de aquellas aguas. Ya los pacíficos lugareños que conversaron con Colón en el primer viaje, le señalaban que en otras islas había temibles guerreros, que llamaban “canibes” o caribes. Años después se generalizaría la expresión de “caníbales salvajes”.
Había, pues, en estos mares y tierras, unos indios mansos, como los lucayos, o los guaitiaos, de la gran familia arawak, y los peligrosos caribes o caníbales. Unos habitaban en las costas, alimentándose de la pesca: otros eran incontenibles navegantes de ese mar que conquistaron con su nombre para la historia: el mar Caribe o mar de los Caribes.
Los reyes de España, atendiendo a la piedad cristiana, prohibieron la esclavitud indígena desde 1500. Como casi todas las grandes leyes emitidas en la metrópoli, esta disposición dificultosamente se cumplió en los hechos.
Pero poco más tarde, en 1503, el rey Fernando emitió una Real Cédula dirigida a combatir la resistencia de la nación Caribe. Los indios Caribe ubicados entre Cartagena y las costas Venezolanas podían y debían ser reducidos a la esclavitud. Ser Caribe era ser legalmente esclavizable.
Grupo de Caribes de la Mesa de Guanipa a principios del siglo XX. Foto: Henrique Avril. |
La colonización Caribe de la Tierra Firme.
Como estrategia de resistencia y medida de autopreservación, los Caribe, que habitaban originariamente las islas y las costas de Tierra Firme, se internaron en los territorios de más difícil acceso, colonizando de esta manera numerosos puntos de nuestro actual territorio.
La valentía de los guerreros Caribe y la habilidad de sus gentes para adaptarse a los ecosistemas de la América, les permitieron consolidar espacios geográficos para el ejercicio de su derecho a la autodeterminación. Tal es el caso de la Sierra de Perijá en el Zulia, donde habitan los Yukpa, Barí o motilones bravos y los Wayyú, descendientes directos de estos guerreros, o los Kariña de las llanuras de oriente, cuyas costumbres fueron desconocidas para el mundo no indígena hasta mediados del pasado siglo XX.
La nación Caribe: libertad de movimiento.
Remontando el caudaloso Orinoco, los Caribe emprendieron expediciones por las costas Venezolanas e islas del mar que hoy lleva su nombre, transportados en embarcaciones con capacidad para cuarenta tripulantes, según informan los cronistas y viajeros de la época.
Éstos testifican haber visto hombres y mujeres adornados con narigueras, zarcillos y collares de oro, dientes de caimán, perlas y otros elementos propios de las regiones originarias, sumados a penachos, plumajes y diversas tintas corporales. Los detalles del atuendo identificaban el rol que desempeñaba el individuo en su comunidad, y hacían de cada embarcación caribe una suerte de representación política o embajada móvil en el ancho territorio marítimo.
Entre los tripulantes encontraríamos a los remeros, y a líderes o guerreros reconocidos por la comunidad, acompañados estos últimos por sus mujeres.
En algunos hombres Caribes era notable el empleo de taparas, caracoles y materiales semejantes para la protección de sus genitales.
La composición de la tripulación nos permite deducir que las expediciones realizadas por los Caribe, además de tener la finalidad del intercambio comercial, cumplían otros servicios, de tipo religioso, bélico y cultural, sentando con ello las bases para la consolidación de un eje de desarrollo que iba desde Borburata a la Península de Paria.
Fabricaban embarcaciones que podían ser de diversos tamaños de acuerdo a su función, siendo las de menor dimensión aquellas dedicadas a la pesca (de aproximadamente 6 metros de largo por 1,5 de ancho), con espacio para dos tripulantes y la presa. Existían asimismo embarcaciones destinadas al transporte de mercancías o de guerreros que conformaban unidades de combate (de aproximadamente
12 metros de longitud por 2 de ancho). Finalmente se encontraban las naves de mayores dimensiones (entre 20 y 30 metros por 2,5 de ancho), destinadas al traslado de los principales y su familia, en misión diplomática.
Los Cumanagotos realizaban cantos mientras remaban y prefirieron el cedro (cederja mexicana) y el palo de mora (cholophora tincctoria) para la construcción de sus embarcaciones. Por su parte los Warao del Orinoco emplearon el tronco de carapo (carapa guianensis) o el llamado de cachicamo (calophilum sp.). Los Caribe asentados en la costa central Venezolana, emplearon la ceiba como materia prima de sus embarcaciones.
En algunas regiones los cronistas mencionan la existencia de velas y quillas en la arquitectura de las embarcaciones, elaboradas con palma de moriche, lo que pudo haber constituido un aporte del pueblo Warao, dada la importancia de ese árbol en su cultura.
Como parte de sus instrumentos de navegación y pesca, los Caribe utilizaron redes, arpones, anzuelos y anclas. Para su orientación en alta mar se guiaban, principalmente, por la posición del sol, y cuando éste se ocultaba recurrían a la luna y a la constelación de Las Pléyades, que junto a trompetas de caracol y otros recursos sonoros, complementaban los elementos de guía.
¡Ana Cariná Róte! (¡Sólo nosotros somos gente!).
Más que un grito de guerra, éste parece ser el gentilicio originario de la nación Caribe, puesto que las familias pertenecientes a su tronco lingüístico conservan el mismo sentido en sus etnonimias o autodenominaciones.
La nación Caribe nos remite a la unidad política, territorial y cultural que opuso la más fiera resistencia al proceso de invasión española sobre el territorio marítimo que hoy identificamos con su nombre, así como a otras costas del subcontinente americano.
Archivo General de Indias. Sevilla, España. Agosto de 1505.
Las evidencias arqueológicas confirman las relaciones de intercambio comercial y cultural entre los grupos que habitaron las costas del Mar Caribe y el grupo de islas que conforman una suerte de escudo sobre la plataforma continental de Venezuela.
La influencia de las técnicas Caribe en la cultura marítima de la región y la intensa actividad de intercambio (principalmente de sal, pescados, medicinas y agua dulce), les permitieron establecer un sistema de alianzas en toda la zona, que consolidó su poderío como nación guerrera y navegante de los mares. La presencia de estos hombres y mujeres en casi toda la geografía nacional, nos indica que el territorio de la nación Caribe se definió en base a la creación de espacios interculturales y alianzas matrimoniales, más que por el uso exclusivo de la fuerza.
El principio de autodeterminación de los Caribe se basaba en la capacidad de habitar y defender un territorio. Lo que puede apreciarse en los rituales que regulan sus relaciones sociales y definen las relaciones de poder.
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Para seguir Leyendo:
- Acosta Saignes, Miguel, Los caribes en la costa venezolana. México, Fondo de Cultura Económica, 1946.
- Antczak, Andrzej y Mackowiak de Antczak, María Magdalena, Los ídolos de las islas prometidas: Arqueología prehispánica del Archipiélago de Los Roques. Caracas, Editorial Equinoccio/ Universidad Simón Bolívar, 2006.
- López de Gómara, Francisco. Historia General de las Indias.Barcelona-España, Ediciones Orbis, 1985, p. 119.
- Strauss, Rafael, El tiempo prehispánico de Venezuela. Caracas, Edición de la Fundación Eugenio Mendoza, 1992.
- Vargas, Iraida y Sanoja, Mario, Orígenes de Venezuela. Caracas, Ediciones Conmemoración V Centenario, 1992.
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